Para empezar debemos diferenciar que una cosa es querer hacer un cambio y otra es realmente poder hacerlo.
Querer significa que el cambio se sostenga en el tiempo, que esa voluntad pueda perdurar. Y poder tiene más que ver con si entiendo los condicionantes del cambio que quiero hacer.
Es una combinación entre cuánto quiero y cuánto puedo. Y tener en claro que ese cambio no tiene una dirección dónde dirigirse porque incluye una cuota muy grande de incertidumbre. Hay que entender que ese deseo firme de querer no se trata de una cuestión mágica en cuanto a la concreción.
Los cambios reales implican ir hacia lugares desconocidos.
Por lo que deben sostenerse el querer con una alta dosis de voluntad. Y amigarse con la incertidumbre: un proceso de cambio puede parecerse más a un viaje en barco que a un viaje en avión. Se viaja a otra velocidad entre el deseo de dónde quiero ir hasta haber alcanzado esa meta.
Por ejemplo, desde definir un cambio de profesión, desde un curso o una carrera, hasta haber realizado el cambio van a ocurrir una serie de pasos que no es lo que mágicamente nuestra mente imagina.
La incertidumbre tiene que ver con eso, con la distancia que hay en el momento en que se toma la decisión, que es un impulso genuino y real, hasta ver el cambio realizado y sedimentado. Suele ser un periodo de tiempo más largo del esperado.
Paso a paso
La primera pregunta que hay que hacerse para dar el primer paso es si uno tienen conciencia del cambio, si hay registro de hacia dónde se va. Muchas veces los procesos empiezan por otro lugar, por un curso, una capacitación. Y se presenta una especie de hoja en blanco hacia el futuro. Ese momento iniciático genera incertidumbre. Es recomendable decírselo a alguien para generar una conciencia real y compartida.
El siguiente paso es el deseo. Tiene que haber un deseo que lo sostenga porque lo primero que empiezan a aparecer son los problemas: si el cambio es genuino el cuestionamiento puede venir por todos lados, como la improductividad sostenida en el tiempo y los menores ingresos de dinero. Una fuerte motivación servirá para sostenerse.
El proceso de cambio sigue por las habilidades, que podrían dividirse en técnicas y en las vinculadas a la personalidad y la conducta.
Los cambios requieren de esas habilidades técnicas, de creatividad, de ruptura. Es posible que eso no vaya de la mano con las características de un hacedor, que se destaca por controlar procesos, ser metódico, constante. Para suplir esa falencia es recomendable unirse, asociarse, con alguien que complemente esas características, de forma tal que sea un encuentro natural y espontáneo.
Hay un tercer personaje vital, el tecnológico. Si esas tres personas coinciden en el mismo propósito el emprendimiento va a tener más chance de concretarse que con uno solo de esos perfiles.
El último paso es el reforzamiento, porque cada proceso de cambios va a implicar muchos tropiezos, con transformaciones externas e internas.
Mariano Vinocur
Psicólogo experto en Cambio cultural y Capital humano. Director de Olivia, consultora de Recursos Humanos. Es coautor del libro “Anímate a cambiar”.