No haber aprendido a decir que “no” en el trabajo puede hacer que alguien se vea obligado a colaborar en proyectos poco interesantes o en los que no habría por qué participar.
Mercados laborales deprimidos, que se enfocan en los resultados de los empleados, no aparecen como un escenario propicio en caso de negarse a realizar tareas especiales o pedidos.
Sin embargo, aceptar todo lo que nos proponen tiene consecuencias negativas, pues esta actitud oculta nuestros límites, por lo que los demás no sabrán qué estamos dispuestos a hacer o cuánto podemos asumir. Se produce, por tanto, una paradoja, pues en nuestro intento de complacer al resto, los confundimos.
Ser generoso no consiste en decir que sí a todo lo que pide la gente, todo el tiempo. Se trata de decir sí a algunas de las personas (gente también generosa o que pueden aportarte algo), a veces (cuando no vas a comprometer tus metas y ambiciones) y a algunas de las peticiones (cuando las habilidades y recursos que puedes aportar son de verdad relevantes), según recomienda Adam Grant, de la Wharton Business School.
Hay diversas causas que pueden influir a una persona para que adopte este comportamiento: elevada deseabilidad social (búsqueda permanente de complacer a otras personas); miedo al rechazo (para ser “más queridos” por los demás y mejor valorados por nuestro superior); temor a represalias (aceptamos cualquier petición por miedo a sufrir consecuencias negativas, como un despido), presión del grupo (deseamos encajar dentro del grupo, por lo que acabamos haciendo aquello que nos dicen) y baja autoestima (creemos que el hecho de que nos propongan algo es un lujo, así que no podemos negarnos).
Ante esto, hay una serie de pautas que pueden ayudar a resolver este inconveniente:
1) Distinguir el problema. La inconveniencia para decir “no” puede ser producto de problemas para comunicar, desorganización o problema para priorizar. Hay que jefes que lejos de clarificar entre lo importante y lo urgente “entra a un ritmo más estresante”.
2) Ser claros en lo que pensamos. Para saber decir “no” será esencial expresar nuestro punto de vista sobre la situación de manera clara y concisa. Para ello, es necesario que previamente hayamos definido este punto de vista. Parece lógico, pero muchas veces se comete este error.
3) Conocer cómo trabajás. También será importante conocer cómo funcionan los procesos internos de la empresa. De esta manera, si aparecen dificultades a la hora de trabajar con alguien o si se invierte demasiado tiempo en alguna tarea, es que es hora de pararnos y ver la situación con perspectiva para establecer límites.
Tener presentes y al día los resultados laborales también permitirá conocer mejor cómo se trabaja y enfrentar posibles objeciones de un superior.
4) Ser prudente al hablar. Dar demasiadas explicaciones o justificaciones a la hora de negarnos a realizar un trabajo puede tomarse como una muestra de sumisión ante un jefe agresivo. En lugar de hacer esto, si creemos justo y correcto negarnos a realizar alguna actividad, lo mejor será pensar en las razones que nos dan derecho a ello y exponerlas claramente.
5) Defender los propios intereses. Es habitual encontrar empleados que se centren más en qué pensarán sus superiores o en el bien de su empresa que en el suyo propio. No olvidemos que, aun dentro de una compañía o de un entorno de trabajo, somos individuos con unos intereses particulares.