Hace relativamente poco tiempo, una persona que vivía en un país Occidental, con una economía relativamente abierta, una democracia y un sistema de libertades coherente con el mercado y el Estado de Derecho, le bastaba ir una vez en su vida a la universidad.
Con esto cubría nuestra capacitación para tener todo el conocimiento necesario para tener una vida profesional (incluso también personal) satisfactoria y relativamente segura.
Es evidente que hoy vivimos en una “galaxia” diferente. No solo no nos basta con ir a la universidad más de una vez (hay que cursar una o más maestrías, la gente piensa en doctorados y postdoctorados) sino que debemos entrar en un “régimen de educación permanente”.
Y quiénes quieren ser parte de equipos de trabajo de alto rendimiento, mucho más aún.
No queda opción: entrenamiento, educación y capacitación durante toda la vida.
En realidad, otra relación con el conocimiento, a mayor velocidad y más adaptado a nuestra vida profesional y personal.
¿Cómo es que se produce este cambio? ¿Por qué es necesario prepararse, educarse y capacitarse permanentemente?
Las causas de esta nueva realidad es el fabuloso cambio civilizatorio que hemos experimentado en las últimas décadas en todo el Planeta. Más allá del grado de impacto, todos los seres humanos estamos afectados, de manera directa o indirecta, por esta transformación.
Este cambio tiene algunos determinantes que se han estado consolidando desde hace décadas. Primero, una transformación tecnológica que comenzó con la computarización y terminó con la transformación digital.
Segundo, un cambio desde la economía de mercancías tangibles a las mercancías intangibles. Esta economía produce, distribuye y consume conocimiento o subproductos del conocimiento. Y lo que trae aparejado es la necesidad de tener que adaptarnos a esto por medio de un aprendizaje constante y sistemático.
Tercero, la “nueva” economía y la tecnología digital producen una transformación laboral. Las personas necesitan aprender sobre como producir y trabajar con el conocimiento y sus resultados, pero también necesitan aprender a vivir en este “nuevo” mundo.
Finalmente, este cambio afecta el entorno cultural en el que nos entretenemos, vivimos en familia o con amigos. Este cambio es otra relación con el conocimiento. No solo cambiamos nuestra manera de trabajar, sino también nuestra manera de vivir. El conocimiento tiene mucha menos vida útil que en el pasado cercano (que algunos de nosotros llegamos a vivir). Entonces, necesitamos aprender y “aprender a aprender”.
La capacitación permanente juega un papel central en esta nueva realidad: aprender y aprender a aprender. Solamente en un estado constante de aprendizaje y con la normalización de este estado, podremos salir adelante en este contexto tan cambiante y tan desafiante.
Luciano H. Elizalde
Doctor en Comunicación. Investigador del CONICET. Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de Sociología de la Comunicación y de Teoría de la Comunicación.