Los tiempos cambian. Y hay un contexto que se repite en muchas empresas, en las que conviven hasta cuatro generaciones de profesionales distintas.
Babyboomers, Generación X, Millenials (Y) y la incipiente generación Z componen actualmente la mayor parte de la población activa. Son cuatro generaciones con intereses, prioridades y formas de trabajar distintos, pero con mucho para aportarse unas a otras.
En plena revolución 4.0 y era digital, los factores edad/habilidad invierten los términos de su relación: mayor edad no necesariamente implica mayor pericia. Los jóvenes tienen que aprender a enseñar a sus jefes y compañeros, a los “adultos experimentados”.
Se trata del reverse mentoring, una de las grandes tendencias empresariales del futuro inmediato. Al contrario de lo que es habitual, consiste en que son los empleados más jóvenes los que guían y orientan a los más veteranos en determinadas disciplinas, fundamentalmente las relacionadas con la tecnología o las redes sociales. Es decir, de alguna forma, esta figura invierte el orden natural que ha seguido la relación maestro-discípulo a lo largo de la historia de la humanidad.
Una de las claves del mentoring está precisamente en que no debe entenderse como algo vinculado a la edad o al nivel jerárquico de quienes lo practican. Se trata de una herramienta concebida para mejorar la destreza del mentee en algún talento o conocimiento concretos a través de la experiencia del mentor. Y eso no tiene que ver con la edad cronológica de sus protagonistas, sino con el tiempo que uno y otro lleven trabajando con esa disciplina.
El reverse mentoring ya fue implantado por Jack Welles en los años ‘90 como una de las dinámicas de aprendizaje de la firma General Electric. En aquel momento se utilizó para el aprendizaje de Internet.
Hoy, el hecho de que en las empresas convivan hasta cuatro generaciones distintas de trabajadores hace que el acompañamiento sea un recurso ideal para lograr la mejora continua de las personas de la organización.
La era digital avanza a una velocidad tal que es un dolor de cabeza para las empresas. La urgencia por conocer todas las funcionalidades que ofrecen los nuevos dispositivos, internet o las redes sociales, responde a un cambio de tendencia muy claro: los consumidores están adoptando la tecnología más rápido que las empresas, por lo que muchas están luchando por adaptarse a los requisitos de sus clientes.
Dentro de las empresas, la interacción que tienen entre los empleados es más rápida que la que ocurre con la empresa.
Para evitar este desfasaje es que las empresas apelan al reverse mentoring.
Y resulta de gran utilidad para formar a las generaciones más analógicas como las de los baby boomers o la generación ‘X’ en estas nuevas dinámicas digitales. Pero incluso entre generaciones tan próximas como la ‘Y’ y la ‘Z’ está revelándose como una herramienta muy enriquecedora, ya que los milenials no son nativos sino inmigrantes digitales avanzados.
Los más jóvenes son la puerta de ingreso de los nuevos modelos que se generan por la transformación digital, y le cae como anillo al dedo a las empresas, apuradas por integrar transversalmente las novedades para no perder competitividad.
Este tipo de mentorización permite a los más grandes de edad ampliar su perspectiva respecto a su propia función. El mentoring es aprendizaje a través de la experiencia compartida, y los más jóvenes, con su energía y enfoques, aportan a los más veteranos un soplo de aire fresco.
La utilidad de este instrumento va más allá. Esta figura está consiguiendo otro efecto colateral tan importante o más, como es el hecho de que los más jóvenes están encontrando en él un factor motivador de primer orden. A través de esta mentorización, ven claramente el efecto de sus aportes, se sienten importantes, implicados en un proyecto común y encuentran su lugar en la compañía.
Las empresas de mayor éxito en el mundo trabajan con mentoring inverso, ya que ayuda a la compañía a comprender mucho mejor las nuevas tendencias del mercado en lo que al componente digital se refiere.
Además fomenta el intercambio de conocimientos y experiencias entre los puestos que componen la jerarquía empresarial, motivando la cultura de la comunicación, creando un sentimiento de importancia entre los miembros del equipo y ayudando a promover un entorno de compañerismo óptimo.