Las mujeres bonsái existen desde siempre y son el resultado del modelado y del adiestramiento que han recibido, a fin de reducir sus aspectos “indeseables” mediante técnicas diversas, como la crítica, la poda de aspectos “nocivos”, el alambrado de su mente y de sus emociones, entre otras. Así se adapta su carácter a la medida de los deseos de sus padres, de su pareja o de la sociedad en la que viven.
Hay dos grandes tipos de mujeres bonsái, las adorables y las perras.
Las adorables son aquellas que a fuerza de poda y recorte de sus pasiones, iniciativas, criterio propio e idiosincrasia acaban siendo dóciles, sumisas, sin capacidad para poner límites reales (un par de gritos no cuentan) y ni hablar de posibilidades de rebelión. Este grupo es adorable para sus padres, su pareja y para una parte de la sociedad porque representa el “ideal” de la mujer que cumple a la perfección todos y cada uno de los roles tradicionales. Con este tipo de mujer bonsái, los hombres más conservadores son felices toda su vida. Nunca un sí ni un no, será siempre “lo que vos quieras, querido”. Y aunque pareciera que en la actualidad quedan pocas de ellas, todavía hoy florecen dolorosamente.
Las perras, en cambio, no parecen, a primera vista, mujeres bonsái, porque irrumpen haciendo y diciendo lo que quieren, pero esto no es cierto. Es el tipo de mujer que comprendió muy temprano en su vida que las mujeres usualmente pierden u obtienen menos que los hombres porque en esta sociedad lo femenino sigue estando devaluado en los campos que de veras cuentan (economía, política, negocios, organizaciones). Entonces, para escapar de esa sensación de “minusvalía” se masculinizan, usan el lenguaje rudo y soez de los machos (no de los varones, quienes aman a las mujeres y respetan lo femenino), asimilan su manera de mirar el mundo al paradigma masculino más rígido y recalcitrante, desprecian lo suave de lo femenino y hacen los chistes más despectivos que pueden contarse respecto de las propias mujeres.
Estas mujeres bonsái son populares y se las admira porque supuestamente han salido de la “cárcel” que supone lo femenino. Descollan en los medios audiovisuales, en la farándula, en muchos escenarios y prácticas deportivas y también en algunos espacios políticos y empresariales.
Sin embargo, lo que estas mujeres bonsái no terminan de entender, es que aun cuando se travistan, se disfracen y se oculten detrás de ropas que no le pertenecen, siguen siendo mujeres y los machos (no los varones, no hay que confundirlos) siempre las verán como tales. Las perras viven la triple tragedia de no ser ni reconocidas por sus pares mujeres, a quienes desprecian secreta y abiertamente, ni tampoco por muchos hombres, quienes ven en ellas figuras patéticas intentando ser lo que jamás podrán ser (es decir, pares de los machos), ni por los varones, que podrían amarlas como mujeres, pero que rechazan su masculinización y dureza.
Las mujeres bonsái tienen una vida difícil.
Ya sean adorables o perras, por eso, si alguna vez te podaron, o te injertaron ideas y paradigmas que no te hacen feliz y no tienen que ver con quién sos o querés ser, siempre tenés la posibilidad de dejarte crecer esos brotes no queridos por otros y que te convierten en ese árbol hermoso y poderoso que sos. Porque para una mujer bonsái no hay nada mejor que volver a tener el tamaño, la fuerza y los sueños que debería haber tenido desde el principio.
Marilen Stengel
Escritora, directora de Sinergia de Talentos y lleva La mujer presente, un blog sobre temas femeninos http://lamujerpresente.blogspot.com.ar/